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El Esclavismo

Los asen­tamientos más avanzados obtuvieron ex­cedentes de producción que incentivaron el comercio y, al mismo tiempo, la hege­monía sobre las aldeas más atrasadas. Por las excavaciones arqueológicas, se sabe que, entre el 4000 y el 3000 a.C., cobra­ron perfil propio los enclaves de al-Badari, al-Fayum, al-Amrah, Nagada, al-Kab y Gerzeh, entre otros. Los objetos excava­dos hablan de un gran desarrollo de he­rramientas y armas.

Alrededor del 3.000 a.C., el desarrollo económico generó una revolución urba­na: las aldeas más poderosas se convirtie­ron en ciudades, en las que empezaron a distinguirse formas elementales de con­trol social, o sea, de Estado. En las ciu­dades se construyeron palacios, necrópo­lis para la familia real, templos, casas de sacerdotes y militares, y centros de aco­pio de granos y mercancías.


En el Antiguo Egipto , los esclavos eran gente sin derechos, obligadas a realizar duras tareas en las que los azotes podían ser habituales, y que serían perseguidas hasta la extenuación en caso de huida. Entre sus funciones, eran muy variadas, podian ir desde la extracción de piedras o metales en  canteras y minas, hasta la construcción de diques y limpieza de canales para un mejor aprovechamiento de las aguas del Nilo, pasando por el desarrollo de tareas agrícolas. Los esclavos eran propiedad exclusiva del Faraón, el cual tomó la costumbre de regalarlos en ocasiones a aquellos cortesanos que se hubiesen hecho acreedores de tal premio, los cuales desde ese momento podían venderlos, comprarlos, o alquilarlos para que trabajaran para otros, y la condición del esclavo no era irreversible.

En Egipto existía la esclavitud, pero no en el sentido clásico de la palabra. Los siervos “forzosos” tenían derechos legales, percibían salario y hasta podían ser ascendidos. Los malos tratos no eran frecuentes, y cuando ocurrían, el esclavo tenía derecho a reclamar ante los tribunales, aunque únicamente si el castigo había sido injusto. Para servir en las mejores familias incluso había voluntarios. A veces, personas arruinadas se vendían a sí mismas a familias de buena posición. Los esclavos adscritos al servicio doméstico podían considerárseles afortunados. Además de alojamiento y comida, su dueño estaba obligado a suministrarles una cantidad de telas, aceites y vestidos.

Nadie puede negar desde luego que en Egipto hubo esclavos, pero estos no representaban la generalidad, sino una insignificante minoría formada por prisioneros de guerra extranjeros, (principalmente libios y nubios durante el Reino Antiguo, y sirios y palestinos durante el Nuevo), un colectivo al que algunos autores añaden los ciudadanos del propio país que perdieron su libertad tras haber sido condenados por un delito, aunque estos últimos si bien estaban sometidos al mismo régimen de trabajos forzados de los anteriores, no por ello tenían igual consideración. En cualquiera de los casos eran desde luego gentes sin derechos, obligadas a realizar duras tareas en las que los azotes podían ser habituales, y que serían perseguidas hasta la extenuación en caso de huida. Respecto a sus funciones eran muy variadas, pues iban desde la extracción de piedras o metales en las canteras y minas, hasta la construcción de diques y limpieza de canales para un mejor aprovechamiento de las aguas del Nilo, pasando por el desarrollo de tareas agrícolas.

Una gran parte de los esclavos anteriores fueron destinados al laboreo de las minas de oro en los confines de Egipto, cerca de Etiopía y no lejos del Mar Rojo y la condición de estos esclavos fue muy miserable. 

Según Diodoro de Sicilia, las condiciones de estos esclavos eran las siguientes:

  • Los que dirigían los trabajos empleaban un número grande de obreros.

  • Eran estos obreros:

    • Prisioneros de guerra.

    • Criminales condenados.

    • Hombres perseguidos por falsas acusaciones.

    • Algunos eran encarcelados por malevolencia.

  • A veces, los reyes de Egipto, incluso empleaban parientes de los anteriores.

  • Estos esclavos trabajaban cargados de cadenas, día y noche sin cesar.

  • Estaban privados de toda esperanza de fuga.

  • Eran vigilados por soldados extranjeros que no hablaban la lengua del país, para que no se les ablandara el corazón en su labor de vigilancia, ni con promesas ni con súplicas.

  • Realizaban algunos esclavos esos trabajos tan penosos, sin ropa que les cubriese el cuerpo.

  • No se perdonaba ni al valetudinario ni al lisiado, ni al débil anciano ni a la mujer enferma.

  • Se les compelía al trabajo a base de golpes, hasta que los que se quedaban sin fuerza, morían de fatiga.

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